viernes, 24 de abril de 2009

UN PUEBLO DEL INTERIOR, SONGPAN

Después de disfrutar de Jiuzhaigou nos fuimos a Songpan, un pueblo que queda a 100 km., porque nos dijeron que desde ahí se podía hacer la cabalgata a caballo que estábamos buscando. Es una localidad chica, con cosas bien típicas de campo, como un pueblo del interior de Uruguay. Es mucho más sencillo que las otras ciudades que visitamos. Nos resultó amigable para movernos y nos gustó mucho.

Como siempre desde el arranque, encontramos a algún chino que nos diera una buena mano. No habíamos encontrado todavía lugar donde quedarnos y en el ómnibus de ida conocimos a Chris y a su madre. Nos contaron del hostel que habían reservado ellas y nos reservaron a través de su celular para nosotros.

(SONGPAN - fotos del pueblo)

De tarde salimos a recorrer las calles; nos parecieron súper pintorescas. Había banderines de colores por todos lados (típico de pueblo tibetano). Vimos mucha gente vestida “normal”, como nosotros, y muchos con vestimentas típicas de la zona: telas y tejidos en la cabeza como turbantes, sombreros de varios tipos, mantas gruesas que tomaban forma de túnica o delantal y se lo agarraban con cintos, algunos eran de metal, bastante gruesos y todos tallados. Muchos niños, por todos lados; la mitad nos decía “hello” y se empezaba a reír, seguidos por los mayores del entorno.

Caminando entre las calles vimos en un callejón mucha gente y nos acercamos para chusmear, al mejor estilo chino jeje. Obviamente enseguida llamamos la atención y teníamos varios ojos arriba nuestro. Todos nos hablaban y se reían, pero ninguno hablaba inglés así que no entendíamos nada. Estaban comiendo en la calle, había mesitas con banquetas, una mesa grande donde apoyaban fuentes y varias cocinas improvisadas en tanques sobre las que se apoyaban unas ollas enormes. Parecía como un comedor público o una olla popular. Nos paramos a mirar y enseguida nos ofrecieron; les hicimos señas de que nos sirvieran un poco como para probar, pero nos sirvieron un platazo. Había varias ollas, todas con distintos tipos de comida. Nos dieron a probar de cada una. Todas muy picantes! La primera la comimos con gran esfuerzo pero las siguientes sólo nos dio para probarlas, eran muy fuertes. Les hacíamos señas de que nos estábamos quemando la boca y se morían de risa. Nos acercaron también un pote de arroz, que en parte ayudó a apagar el fuego.

Antes de despedirnos nos sacamos unas fotos y una de las cocineras, la más joven, nos dijo – en señas nuevamente – que le mandáramos las fotos por correo (el tradicional!). Sacamos la libretita y nos escribió la dirección en ideogramas chinos, como si nosotros entendiéramos algo! Después pedimos que nos lo tradujeran, para descifrar lo que decía.


A CABALLO POR CAMPOS CHINOS
(fotos del horse trecking)

Salimos el 22 de abril a las 9 de la mañana. Éramos nosotros cuatro y tres guías tibetanos que no hablaban una pizca de inglés. Después de tres horas y media a caballo por las montañas y carreteras llegamos al campamento, que consistía en una cabaña-tapera donde había una cocina a leña y afuera un lugar al descampado donde se armarían las dos carpas para dormir.

Nos prepararon un almuerzo sencillo y picante, pero estaba rico; consistía en unos pepinos saltados acompañados con unos panes caseros. De tarde nos llevaron hasta la puerta de otra reserva natural, para recorrerla por nuestra cuenta y volver después al campamento. El parque tenía varios lagos y unas termas. Lamentablemente, casi todos los lagos estaban secos y las termas estaban frías y sucias. De todas formas teníamos que bañarnos aunque sea una vez en China, así que pelamos ropa y al agua! El lugar era lindo, pero claro, al lado de Jiuzhaigou no tenía nada que hacer.

A la vuelta nos esperaban con las carpas armadas y la cena lista. Esta vez la comida fue más contundente. Después de la cena pintó fogón y cantarola improvisada en español y tibetano a la luz de las nubes, muy divertido! Se venía una linda tormenta así que nos quedamos con las ganas de meter una buena noche de estrellas. Llovió toda la noche pero a la mañana siguiente ya estaba todo despejado. Arrancamos el día con unos buenos mates y desayunamos “livianito”: arroz frito con huevos, verduras (poco picantes o muy picantes, eran las dos opciones que teníamos) y sopa de noodles (una especie de fideos de arroz, típicos de China). Después de la panzada emprendimos la vuelta entre cabalgatas y caminatas.


EMMA´S KITCHEN

El día que llegamos a Songpan se nos acercó una chica para ofrecernos asistencia. Hablaba perfectamente inglés. Al principio no le dimos demasiada bola. Nos dio una tarjetita que decía Emma´s Kitchen y nos dijo que si precisábamos algo pasáramos por ahí. Esta chica, que era Emma, es una tibetana que tiene un barcito pensado especialmente para mochileros y extranjeros: comida occidental, Internet, guías de distintas partes de Asia y mapas. Si bien nuestra idea del viaje es interactuar con lo local, saltamos de felicidad al poder comunicarnos más fluidamente y encontrar comida no picante y más perecida a la nuestra. Terminó siendo una referencia y nos ayudó a conseguir cosas que precisábamos, haciendo de traductora. Para ella esto es un negocio, su forma de mantenerse, pero igual nos pareció súper atenta y generosa. Una tipa emprendedora, que la pelea, ella misma cocina, atiende y promociona su local con ayuda de dos gurises más. Después del terremoto del año pasado, la afluencia de turistas a la zona quedó casi nula, por eso Emma también estaba copada de que visitáramos sus tierras.


MONASTERIO TIBETANO DEL ESTE
(Fotos monasterio)

El último día en Songpan fuimos a conocer un monasterio que queda a unos 20 kilómetros, en una villa tibetana. Sólo se puede ir en taxi o mini-van que contratás desde el pueblo. La villa era un salpicón de 20 casas y entre medio de ellas templos y lugares de oración. Los tibetanos rezan de una forma original; tienen unos corredores donde hay cilindros con oraciones, vos tenés que ir pasando y haciéndolos girar, y así vas rezando. Lo habíamos leído por ahí, pero un monje veterano con el que nos encontramos nos mostró en señas que sí, que así rezaba, y fuimos atrás de él girando los cilindros.

Después nos encontramos con monjes adolescentes o pichones de monjes; sabían dos o tres palabras en inglés. Nos saludaban, se reían, nos hacían comentarios inentendibles, se reían otra vez. Nos mostraron una especie de rosario que tienen con el que también hacen oraciones. Después se volvían a reír por la cantidad de pelos en las piernas y brazos de Alex (porque ellos apenas tienen). Nos hicieron una recorrida por varios templos, nos mostraban con señas algunas cosas de sus ritos, como prender inciensos o leer oraciones tocando el tambor. A las 2 horas y media nos estábamos volviendo para Songpan.

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